Escuela
Camposolillo siempre tuvo escuela; su edificio aún está en pie frente al campanario, en un pequeño alto, aunque ya no dedicado al mismo fin.
Era una casa de planta baja que contaba con un vestíbulo, un pequeño cuarto utilizado como almacén, y el aula propiamente dicha, a la izquierda de la entrada. Contaba con grandes ventanales orientados hacia la Iglesia y hacia el poniente.
Su denominación era «Escuela Nacional Mixta de Camposolillo», y a ella acudían todos los niños y niñas del Campo y San Cibrián desde los 5 hasta los 14 años.
Su construcción se aprobó en Consejo de Ministros de 13/07/1911.
- Doña Remedios del Río González (1876-¿?), fue nombrada Maestra Nacional de Camposolillo en 1911 (Gaceta de Madrid, 20/10/1911).
- Doña Virgilia Alonso lo era en 1920.
- Doña Antolina Rodríguez Agúndez (Sta.Cristina de Valmadrigal, 1906), fue nombrada maestra interina de Camposolillo en 1934. Finalizada la Guerra Civil fue ‘depurada’ por expediente de 29/07/1939 y suspendida de empleo y sueldo durante dos años. Llegó a vivir más de 100 años.
- Doña Obdulia Herreras Santos fue maestra desde esa fecha hasta su jubilación en 1966.
- Doña Mergelina Colinas García (1943-2024), ocupó el cargo hasta el desalojo del Campo y supresión de la escuela según BOPL 183 de 14/08/1969.
Falleció el 10/04/2024 a los 81 años de edad.
Con motivo de la jubilación de doña Obdulia se compuso una canción que se entregó en forma de papelitos a los vecinos -sobre todo a los niños-, para que la fueran ensayando.
Decía así:
Hace ya más de seis lustros
que una maestra ejemplar
a estas montañas llegó
ansiosa de enseñar.
Y durante estos años
en el pueblo realizó
con amor y con tesón
una abnegada misión.
Doña Obdulia, Doña Obdulia (Con la música de «Clavelitos, clavelitos»)
todo el pueblo te quiere decir
que aunque te hayan ya jubilado,
queremos que te quedes aquí. (Este estribillo se repetía)
Televisión
Sólo llegó a haber un receptor de TV en el pueblo, y se veía fatal, a pesar de que la antena se había instalado a bastante altura, en el alto que esta a espaldas del pueblo. Estaba en casa de D. Jaime Alonso, abogado que vivía y trabajaba en León.
Teléfono
Nunca hubo líneas fijas de teléfono en el Camposolillo anterior a la expropiación; el más cercano estaba en Puebla de Lillo, y de allí se recibían los avisos urgentes. En la actualidad sí existe buena cobertura de móvil gracias a la cercanía a la estación invernal de San Isidro.
Electricidad
He aquí una foto -en un ambiente un tanto fantasmal-, del transformador de Camposolillo, tomada en una tarde de invierno en los años 40.
La energía eléctrica la suministraba la empresa «León Industrial».
No muy lejos del Campo, en el río Porma, había una central eléctrica.
La electricidad se utilizaba exclusivamente para el alumbrado; excepto los aparatos de radio, no había ninguna máquina o electrodoméstico que funcionase con energía eléctrica.
También era frecuente que «se fuera» la luz y quedarse a oscuras cuando había tormentas.
En estos casos, era Heraclio el que, por delegación de León Industrial, se encargaba de manipular el transformador del pueblos -una caseta de madera situada al lado de la cantina de Pedro Antonio con una llamativa calavera avisadora del peligro-, para restablecer el suministro de corriente cuando ésta fallaba.
«Se ha ido la luz» era la frase empleada cuando tal ocurría.
El único edificio que no tenía suministro de corriente era el molino el pueblo, que generaba su propia energía con una turbina accionada por la corriente del agua.
Agua
Camposolillo tenía un buen servicio de agua, pues la mayoría de las casas contaban con suministro de agua potable, gracias a la red que se construyó en su momento.
De hecho, era la única población de la comarca del valle del Porma que contaba con agua corriente (1923). Tengamos en cuenta que la ciudad de León tuvo éste servicio desde 1924. La captación de agua se hacía desde el manantial de el Esquinón, y se trasladaba al pueblo en tubería de gres.
Las casas que no contaban con el agua corriente se surtían de la fuente que todavía hay en el centro del pueblo, y en la que también bebía el ganado.
Alcantarillado
Simplemente, no existía. Cada cual solucionaba el problema como podía: utilizaban la cuadra como «servicio», usaban pozo negro, o se dejaba salir el agua del fregadero a la calle. Algunas viviendas optaban por el método «mixto» (pozo negro y salida del fregadero a la calle para evitar que se llenase).
La escuela no tenía servicio: el que necesitaba excusarse debía utilizar el «prao» contiguo.
Transporte
La primera empresa que prestaba el servicio Cofiñal-Boñar era la de Catalina García González (Lillo, 1888-1959), con un coche de gasógeno. Catalina fue la primera mujer en conseguir el carné de conducir en España, en 1925, y primera conductora de autobuses.
En 1908 se inició un servicio regular de viajeros Cofiñal-Lillo-Boñar con coche de caballos de 5 pasajeros que salía por la mañana y regresaba a la tarde.
La primera concesión tuvo lugar en 1928, y por espacio de 20 años. La concesión era gratuita, pero como contraprestación debía trasladar el correo.
Adquirió en ese año un Hispano-Suiza matrícula LE-1634. En la Revolución de 1934 le fue requisado el autobús, que recuperó en Mieres con ciertos daños.
Con los años, Lino ejerció de conductor, mientras Catalina asumió el papel de cobradora.
A la extinción de la concesión en 1948 vendió la línea a la Empresa López, S.L., de León (Francisco López Alba), la que prestó este servicio. Las paradas estaban establecidas en Cofiñal, Lillo, Camposolillo, Cuevas de Armada, Casilla de Utrero, Venta de Vegamián, Venta de Ferreras, Valdecastillo, Remellán, Cerecedo y Boñar.
El «coche de línea», o «la línea» a secas, servía para el transporte de las personas, pero también para facturación de mercancía; incluso al conductor o cobrador se les encargaba gestiones en León (compras o medicamentos). Salía a las 7:30 y regresaba antes de la comida. Hacía otro recorrido a las 15 h y regresaba dirección Cofiñal antes de la cena.
Al servicio se le conoció siempre como «la Catalina».
Si hablamos del transporte privado, no había más que dos coches y un camión.
El camión era propiedad de Tomás Gutiérrez Díez, y hacía los transportes de mercancías de todo lo que se necesitaba en la zona, tanto de animales como de hierba y otros materiales. Era un camión americano, marca Ford, dándose la circunstancia de que tenía el motor de gasolina. El camión de Tomás era famoso en toda la Montaña. Actualmente se encuentra expuesto en un museo, y completamente operativo. Fue traído de Cuba por unos señores de Lillo, que posteriormente se lo vendieron a Paco, padre de Tomás. La rotulación que se aprecia en la puerta corresponde a Diego Alonso Rodríguez, de Lillo.
En el camión de Tomás también, a veces, viajaban personas sentadas en bancos de madera y sillas, en la caja, camino de la fiesta de Utrero, por ejemplo. Paco, el padre de Tomás, llevaba así a los mozos a San Antonio a Vegamián, así como a Las Cuevas, Armada, etc.
Por la antigua LE-331 que atravesaba el Campo sólo pasaba «la línea», los camiones de la mina de talco de Isoba, y poco más.
Correo
El servicio se prestaba 363 días al año (sólo se dejaba de prestar dos días).
El último cartero fue Isidro García, fallecido el 29 de julio de 2020 a los 96 años. Antes que él, el cartero era su propio padre.
Como curiosidad podemos mencionar que a mediados del siglo XIX el correo se recibía los miércoles y salía los sábados
Fiestas
El Padre Casiano de Vegamián, nos cuenta en su «Historia de la montaña del Porma» que la fiesta grande de la iglesia de Camposolillo es el 21 de diciembre, Santo Tomás, el patrono del templo.
Sí que se celebraba, sobre todo cuando había gente en el pueblo, en los años 40 y 50.
El baile tenía lugar bien en el portalón de la Casona o bien en el de la casa de Martín.
Había mucho ambiente con un grupo de músicos, conocidos como «Los Veleros», que casi todos los años venían de La Losilla, pueblo cercano a Boñar.
Igualmente, los familiares de los pueblos del entorno asistían a la misa y luego a comer en casa de sus parientes de Camposolillo.
Las fiestas de verano se celebraban el 15 de agosto, en honor de Nuestra Señora. Como los habitantes del pueblo no eran muchos, el presupuesto y el nivel de la fiestas no era como para deslumbrar a nadie.
Las fiestas consistían en el baile-verbena del día 14 por la noche, y el día grande, el día 15. Se celebraba misa solemne con procesión, y había un campeonato de bolos. En el prado donde se hacía la fiesta se ponía «Presenta» con su tenderete de golosinas.
Para la chiquillería del pueblo era todo un festejo la llegada de los músicos en «la línea», y a ello se añadían las idas y venidas de los familiares que acudían a la fiesta desde otros pueblos cercanos.
Industria
Descontando la mina Abandonada, la única industria en su sentido clásico era el molino. Estaba situado a las afueras del pueblo, al lado del río Porma. Su último propietario fue Isidro García -a quien mencionamos antes como cartero de Camposolillo, Solle y Sancibrián-, con capacidad para procesar 3.900 kg. al día. En 1961 aún figuraba como propietaria Flora Martínez Alonso.
Era el clásico molino de agua de dos plantas, que tenía como anexos un portalón y una pequeña cuadra para el caballo; el reparto de la mercancía se hacía con un carro tirado por el caballo; sólo en los últimos años disponía de una «Isocarro» (vehículo híbrido de moto y furgoneta, fabricado en Carabanchel por Iso Motor Italia, S.A. desde 1956). Los clientes de este molino no eran sólo los vecinos del Campo, sino también los de Solle, Sancibrián, Redipollos, etc.
Si a otro tipo de talleres nos referimos, tenemos referencias de una carpintería cuyo titular era Aquilino Sierra Álvarez en 1928.
También figura en el Anuario del Comercio de España de 1928 un horno de cal en Camposolillo, propiedad de Constantino Liébana García, de Puebla de Lillo.
Emigración
El fenómeno de la emigración era consustancial a la estructura minifundista de Camposolillo y en general de toda la montaña leonesa. Fincas no muy extensas y cabezas de ganado proporcionaban una vida cómoda y tranquila a las familias, pero cuando llegaba el momento de repartirlas por herencia, lo que había sido suficiente para una familia ya no lo era para tres, cuatro o incluso más familias.
Ello obligaba a los padres a buscar futuro para sus hijos en otras actividades. Generalmente –y como era la costumbre en aquellas épocas–, las mujeres permanecían en el pueblo y resolvían su vida formando una nueva familia (casi siempre con mozos de los pueblos vecinos y en muy pocas ocasiones con mozos de Camposolillo), mientras que de los hombres, uno permanecía en el pueblo y el resto se buscaba la vida en el resto de España, casi siempre siguiendo la pista de otro mozo que se había ido antes y que “tiraba” del resto, lo que explica la concentración de mozos de Camposolillo en Madrid.
En los años 60 muchos españoles tomaron el camino de Europa y en Camposolillo fue su ejemplo Tino (hijo de Vitorino), que recaló con éxito en Suiza.
Una salida muy frecuente era enviar a un hijo en la adolescencia al seminario. No todos los que emprendieron este camino, ni mucho menos, acabaron de sacerdotes, pero lo que sí obtuvieron fue una excelente formación, bachillerato incluido, que les sirvió para ganarse la vida aspirando a metas más altas.
Veraneantes
La llegada de los veraneantes a primeros de Julio era recibida con expectación, hecho explicable en un pueblo tan tranquilo como Camposolillo, que producía muy pocas novedades. Por ejemplo, la permanencia durante un cuarto de siglo de los veraneantes en La Casona produjo una fuerte integración de estos y los vecinos del pueblo. Qué mejor prueba de esto, que el hecho de que Merce Toral se casara con Tomás Sierra (hijo de Aquilino y Tiama) o que dos sirvientas de La Casona –Bene y Patro-, se casasen con Manolo (casero de Martín) y Domingo, un vecino que enviudó prematuramente.
Por lo general, las vacaciones de verano eran muy largas: comenzaban a primeros de Julio y terminaban en Septiembre, en una fecha que marcaba la climatología; si era benigna permitía ir a San Cibrián (16 de septiembre), y si era adversa la despedida venía marcada por la fiesta de Armada, el 8 de septiembre.
Eusebio Toral, que estuvo de veraneo en el Campo anualmente desde 1944 hasta 1965, era habitual jugador en la bolera, practicante en los aluches diarios en la era de Irene contra Franco y Negrín (hijos de Sóstenes) y Ricardo (hijo de Ignacio, el sastre) y asiduo visitante del baile dominical de Las Cuevas, al mismo tiempo que le encantaba participar en la trilla, cosa que hacía habitualmente en la era de Martín o en la de Abilio, situadas ambas en las inmediaciones de La Casona. Efectivamente, lo que era rutina para las gentes de Camposolillo se volvían experiencias exóticas para los veraneantes, como podía ser pilotar un trillo o regresar de la siega en lo alto del carro lleno de hierba.
Antonio Selva, marido de Doña Nati, con sus permanentes achaques y su espalda encorvada, no dejaba nunca de echar su diaria partida de mus en la cantina. Nati y Remedios (tía y madre de Meme, Merce y Eusebio respectivamente), bajaban al pueblo todos los días a charlar con las vecinas y solían terminar de tertulia en casa de Eloina (madre de Jesús y Margarita).
En Agosto se producía otra novedad que venía a alterar la rutina de la vida diaria del pueblo y era la llegada de los naturales de Camposolillo que habían migrado a otras regiones españolas –principalmente Madrid–, y a que, a los efectos, eran otros cuantos veraneantes más.
Arcadio (hijo de Feli), Jesús (hijo de Eloína) que estudiaba Medicina, Tomás y Eutimio (hijos de Aquilino), Demetrio (hermano de Paz) que llegaba con toda su familia, Vicente (hijo de Felipe e Irene) que venían de León, Clotilde (hija de Sóstenes) y tantos y tantos.
Veraneantes y emigrantes de vacaciones disponían de más tiempo libre que los vecinos – en esos meses muy atareados con la siega primero y la trilla después–, lo que les hacía más visibles en las cantinas, zona de baños del Porma y fiestas de los pueblos.
Respecto a los veraneantes había sentimientos contrapuestos.
De un lado, había quien los veía como los «pijos» que no trabajaban, tenían dinero y encandilaban a las mozas, y los que los veían como eran, gente apacible que se mezclaba con ellos, a los que les resultaba divertido trillar, y que además eran una fuete de riqueza para muchos de los habitantes de Camposolillo (leche, pescado, mantequilla, huevos), y para las cantinas (Pedro Antonio, padre de Norka y Víctor, y Heraclio, marido de la maestra), venta de aceite, vino, legumbres, harina, patatas, galletas, azúcar, conservas, etc. etc., amén de los refrescos y aperitivos consumidos en las partidas de cartas (mus por la mañana y tute por la tarde). Eso sin mencionar que algunos de los veraneantes terciaban en León para favorecer la búsqueda de un empleo, la consecución de una beca… y la contribución, siempre generosa, a mozos y mozas para sufragar los gastos de la fiesta del pueblo.
Invierno
En invierno se madrugaba lo justo, se celebraban reuniones en las casas en las que se contaban historias, chismes, cotilleos y además, se jugaba a las cartas. Las ocupaciones eran escasas y relacionadas con la comida -tanto de las personas como de los animales-, (vacas, ovejas, cerdo, gallinas y conejos).
Es decir, hacían exactamente lo que todos los habitantes de los pueblos de montaña en invierno.
Más tarde venían las tareas de sembrar y arar. Luego el verano, en el que se trabajaba a conciencia (hierba -Junio y Julio- y trilla (Agosto y primera quincena de Septiembre). En Octubre recogían leña y las patatas (los que las hubieran sembrado, que no eran muchos), y «a escoger lentejas». Naturalmente, las tareas citadas podían adelantarse o retrasarse 2/3 semanas en función de la climatología.
También en sus épocas, algunos recogían setas que llevaban a vender a León o Bilbao. Heraclio, el marido de la maestra, era el más activo en esto. Un par de cestas de setas justificaban el gasto de desplazarse a León (ida y vuelta en el día) o a Bilbao, pernocta incluida. En Bilbao las pagaban a precio muy superior y se consumían entonces en restaurantes de lujo y sociedades gastronómicas.
Está claro que el verano era la estación de las fotografías (romerías y festejos), aparte de que en los años 40 y 50 no habría en Camposolillo ni dos vecinos con máquina fotográfica y desde luego, ninguna con flash.
Religión
Los Domingos se celebraba la Misa, a la que acudía la mayor parte del pueblo. Como era costumbre, las mujeres se colocaban en la parte más próxima al altar, utilizando reclinatorios –cada una el suyo–, mientras que los hombres se situaban en los bancos traseros, debajo del coro, o en el mismo coro. En un principio el cura residía en el pueblo (la casa estaba situada enfrente de la iglesia), pero a principios de los 50 la residencia del cura se trasladó a Solle, distante unos tres kilómetros a través del camino de San Cibrián.
La misa en Camposolillo era a las diez de la mañana y se convocaba a toque de campanas por los chicos que luego oficiarían de monaguillos. Al terminar y previa una breve tertulia a la sombra del negrillo que había a la puerta de la iglesia se solía organizar una partida de bolos que, tras un descanso para comer, continuaba por la tarde hasta que volvían las vacas a sus establos.
Cultivos
En Camposolillo había dos vegas de cultivo bien diferenciadas: una era la VEGA CIMERA, situada por encima de la Casona, con cultivos sobre todo de secano: trigo, cebada, centeno y corricasa.
Y otra, muy fértil y de regadío, situada por debajo del cementerio yendo hacia la Cueva de los Quesos; era la VEGA BAJERA, allí se daban los pastizales y los cultivos de patatas y maíz, fundamentalmente. También había caza de codornices y perdices en abundancia.
Diversiones
Más arriba mencionábamos que sólo había una televisión en el Campo, y que su funcionamiento dejaba bastante que desear.
Había un espacio (foto, abajo) en el lateral izquierdo de la Calle Real, dirección sur, conocido como La Bolera, en donde, lógicamente, se jugaba a los bolos.
La bolera estaba situada en la Calle Real, justo enfrente de la casa de Águeda y Felícitas y al otro lado de la presa. Cada jugador tenía su bola (semiesférica y hecha con raíz de retama) y bolos y bolas se guardaban en el gallinero de Águeda. Entre semana los chicos se ejercitaban en el juego con el consentimiento de los mayores para usar sus bolas. En la fiesta de Nuestra Señora se celebraba un concurso de bolos en el que participaban también mozos y mayores llegados a la fiesta desde los pueblos de los alrededores. El premio solía ser un gallo de corral.
Aunque algunos pueblos de la montaña han adoptado la bola redonda, son muchos también los que juegan aún con bola «cacha», o media bola. Esto sucede en el mismo Lillo, donde por el verano, y sobre todo en las fiestas, hay partidas a diario y un gran concurso de bolos, con grandes premios. También ocurre en Boñar y otros muchos pueblos de la Montaña.
Todos los años se celebra el Campeonato de España de Bolo Leonés, que algunos años se ha hecho hasta en Bilbao, Barcelona y Madrid, conde hay una gran colonia de leoneses. De la misma forma, hay una Federación Leonesa de Bolos, que se encarga de regular y organizar este deporte autóctono leonés.
En Riaño, por ejemplo, se juega ya con bola esférica al estilo de la montaña de Cantabria. En las partidas, un equipo fijaba “la mano” (distancia desde donde se tira la bola), mientras que el otro fijaba la posición del “miche” (bolo más pequeño que los otros nueve, también llamado “el cuatro” por el valor que tenía en “el birle”). En cada jugada, el jugador usaba dos veces la bola; la primera tirándola desde “la mano” y en la segunda tirándola desde el lugar donde había ido a parar después de la primera tirada. Esta segunda tirada recibía el nombre de «birle».
Bolera en un día de fiesta (tal vez Nuestra Señora en 1951).
Distinguimos a Heraclio y a Tomás Gutiérrez, Alfredo González de Sancibrián y Tomás Merino.
Por su parte, la chiquillería de Camposolillo «navegaba» sobre la hierba en La Canal, arroyo que baja de Pandote, con tablas que llevaban un palo a modo de freno.
Comercios
En el momento de la expropiación sólo existía una cantina, inscrita como Taberna y Tienda de comestibles en el padrón industrial de 1960. La regentaba Heraclio Castro Santamarta, marido de Dª Obdulia, la maestra. Estaba situada en el bajo de la casa de la foto adjunta; la vivienda estaba en la primera planta. Como puede suponerse, era en el bar donde se «echaba la partida».
Aquí se podían comprar también ciertos alimentos (latas de conserva, galletas y poco más). Una curiosidad: en ésta zona y durante años, era frecuente encontrar una gaseosa llamada «La Flor del Porma», envasada en una botella de grueso cristal, y que era elaborada por Gumersindo Valladares López en Palazuelo de Boñar (Gumersindo falleció el 26 de abril de 2010 en León, a los 82 años de edad).
«La Flor del Porma» fue también el nombre de una empresa panificadora de Vegamián, fundada por Aníbal Castañón.
Anteriormente hubo otros tres establecimientos:
1) Una tienda de ultramarinos que hacía las veces de bar, y que cerró al estallar la Guerra Civil. El local fue utilizado por el Ejército Nacional como centro de transmisiones; después se utilizó como almacén para el grano del molinero. La última persona que atendió esta tienda fue Águeda.
Posiblemente es la que aparece registrada en el padrón de Contribución Industrial de 1934 a nombre de Julián del Río de la Vega.
2) Un bar que cerró hacia 1950 y que estaba en la margen derecha del pueblo, saliendo en dirección hacia Lillo.
Las dos primeras tabernas de que se tiene constancia estaban regentadas por Cosme del Río Fernández (fallecido en 1934), y la otra por los herederos de Francisco Díez Huerta.
3) Un almacén de vino y a la vez taberna, que cerró a principios de siglo XX.
4) En Camposolillo también existió una carnicería -no duró más que dos veranos-, que estaba situada en un pequeño hueco al lado de la casa del tío Melquíades. Esto fue a principios de los 60.
El carnicero hacía su marketing, y cuando tenía suficientes encargos, mataba la ternera que colocaba a los particulares y el resto lo vendía en Boñar. El negocio era seguro pero con poco volumen, y por eso cerró.
Entre otros, abastecía a los habitantes de la Casona. Por la mañana (a las 7:40h) salían al coche de Catalina y le daban al chofer (casi siempre Tomás, marido de Catalina o su sobrino Abel), una fardela (bolsa de tela con cierre de cordoncillo y un trozo de madera con el nombre), en cuyo interior había una nota que especificaba el encargo para la carnicería de Boñar. Catalina se encargaba de dejar la fardela en la carnicería y recogerla a tiempo para la vuelta, de modo que a las 12 y media ya estaba la fardela llena en poder del cliente.
Catalina se ocupaba también de pagar al carnicero y cobrar a los que hacían el encargo. En muchas ocasiones el carnicero no tenía lo que se le pedía, y lo sustituía por otra cosa por su cuenta y riesgo.
En cuanto al comercio ambulante, eran varios los comerciantes que acudían a vender a Camposolillo:
- Pepe el de Redipollos, con su furgoneta, en la que vendía un poco de todo.
- Fidenciano el de Boñar, quien igualmente, con su DKW, era una tienda de ultramarinos ambulante.
- Cancelo, frutero de Candanedo de Boñar, quien vendía fruta y también compraba a la gente del pueblo la que estos le podían ofrecer de su cosecha.
- Amato Alonso (1912-1977), «el gaseosero», que con un camión surtía de vino y gaseosa «La Flor del Negrillón» a todos los pueblos desde Boñar a Cofiñal.
- Varela, que pasaba por Camposolillo en una camioneta vendiendo ultramarinos, embutidos, y un poco de todo. Varela tenía establecimiento y cantina en Lillo.
- Teófilo, vendedor de fruta que se cree era de Vegamián. En Camposolillo se decía ya «sube» Teófilo, que llevaba una fruta muy rica, sobre todo porque en aquella época y lugar era un bien escaso. Era un hombre ya mayor, que dejó de subir a comienzos de los 60, tal vez por la edad, por la inevitable desaparición de Vegamián o porque llevaba un carro tirado por un caballo y el progreso dejó obsoleto su vehículo.
- El panadero de Lillo bajaba al Campo dos veces por semana.
Expresiones locales
En 1945 salío de la imprenta la 2ª edición de un libro titulado «Susarón» (1.878 m.; es la montaña que está detrás de Camposolillo).
Su autor es José María Goy (Astorga, 1877-Vitoria 1946), y según cuenta, la escribió en Puebla de Lillo durante los veranos de 1918 y 1919. Él mismo la define como novela de paisajes y costumbres de la montaña leonesa.
Al final del mismo aparece el «significado de palabras usuales en Puebla de Lillo y empleadas en esta novela», y es fácil deducir que también en Camposolillo.
He aquí algunas de ellas, a las que hemos añadido otras que han recopilado nuestros vecinos Víctor Martín del Río e Isidro García.
Abondo | Suficiente, bastante |
Acerico | Pieza donde se ponían los alfileres y agujas |
Aguantar | Apresurarse, correr, ir deprisa |
Aluche | Lucha parecida a la moderna greco-romana |
Amolarse | Fastidiarse |
Andancio | Enfermedad. Malestar acompañado de desórdenes intestinales. La palabra aparece también en Volvoreta (1917), de Wenceslao Fernández Flórez, o Retratos de amgibú (1988), de Juan Pedro Aparicio |
Andrines | Endrinas, frutos que florecen a partir de junio |
Apañar | Recoger |
Armantes | Costados del carro, que se colocaban para recoger la hierba |
Arrejuntar(se) | Unirse |
Artesa | Utensilio rectangular, de madera, donde se preparaban los chichos |
Atajo | Camino más corto. Grupo de animales |
Atizar | Encender la lumbre, remover el fuego |
Atollar(se) | Hundirse en el barro las personas, animales o vehículos, quedando atrapados y con dificultades para salir |
Armantes | Conjunto de todos los suplementos que se ponen al carro ordinario para la recogida de la yerba, y así pueda llevar más carga |
Aventar | Echar al viento el grano y la paja para separarlos |
Azafate | Costurero. Cesto de mimbre |
Badil | Útil de cocina para remover la lumbre y los aros de la misma |
Balde | Barreño de zinc, provisto de dos asas o pequeñas agarraderas |
Barajones | Tablas de dos o tres cuartas de largo por doce a quince dedos de ancho que, ajustadas al calzado, sirven para andar sobre la nieve |
Becera | Grupo de ganado que está en el pasto |
Berrar | Berrear |
Bestecha | Escoba hecha de piorno, retama, árgoma u otro arbusto y que sirve principalmente para barrer las eras |
Bieldo | Útil que se usaba para aventar la paja y separar el grano. También conocido como «horca» |
Birle | Jugada de bolos a la que tenían derecho quienes en el lanzamiento desde la mano no se habían cincado |
Bocio | Abultamiento en el cuello |
Bofe | Pulmón de los animales |
Boja | Ampolla |
Boñiga | Excremento de la vaca |
Cachaba/Cacha | Bastón curvado en la empuñadura |
Cadrilada | Maña de aluche, consistente en levantar al contrario introduciendo la rodilla por su entrepierna y voltearle para que caiga de espaldas |
Cagaritas | Excremento de la cabra y oveja. También se solía conocer como «cagalitas» |
Calostros | Primera leche de la vaca después de parir |
Calleja | Camino estrecho entre dos paredes |
Cambero | Horquilla de salguero (árbol), para meter las truchas cuando se iba a pescar a mano |
Candil | Elemento utilizado para alumbrar, antiguamente |
Canear | Echar leche a las migas |
Carámbano | Hielo largo y puntiagudo que colgaba de los tejados durante los largos inviernos |
Carcañal | Parte trasera del talón de Aquiles |
Carda | Útil de dos piezas de madera con púas en su parte interior, que se utilizaba para cardar la lana |
Cardar | Acción de preparar la lana para su hilado |
Carnero | Tallo del brote tierno de la zarza, despojado de su corteza o envoltura. Lo comen los chicos |
Carrancas | Collar de púas que se ponen a los perros para su protección de los lobos. Término también conocido como «carlancas» |
Cascajos | Fragmentos de pizarra |
Castro | Lugar donde se colocaban los bolos |
Cebar | Dar alimento al ganado |
Cedazo | Trozo de tela muy fina, sujeta a un aro |
Celar | Aplicado al ganado, hacerle retroceder |
Celemín | Medida que en Castilla equivale aprox. a 4,625 litros |
Celleras | Las dos tablas, que en ángulo recto salen del extremo delantero del carro en direción a la vara, en cuyo comienzo se unen |
Ceranda | Criba, normalmente de cuero agujereado y con un aro de madera |
Cerner | Acción de separar la harina de las partículas más gruesas |
Chicho | Ingrediente de los chorizos. Se trata del magro, por extensión se denominaba al jamón “el chicho del pernil” |
Chigre | Bar, taberna |
Churumbel | Hielo largo y puntiagudo que colgaba de los tejados |
Cilincuerno | Fruto que salía a veces en los ciruelos silvestres |
Cinca/Cincarse | En el juego de los bolos, cuando la bola no entraba en el castro. Jugada nula de los bolos que se produce cuando la bola lanzada no penetra en el castro o lo hace derribando en primer lugar el primer bolo alto del lado del miche o cuatro |
Cisco | Carbón vegetal utilizado en los braseros |
Clueca | Nombre que recibía la gallina cuando se ponía sobre los huevos para incubarlos |
Concejo abierto | Es una peculiaridad de algunos pequeños municipios españoles que se caracteriza por la inexistencia de una organización municipal como tal, de modo que son todos los vecinos los que, reunidos en Asamblea Vecinal deliberan y toman las decisiones que en el régimen ordinario, corresponden al pleno del Ayuntamiento. Todavía hoy funcionan así los municipios de menos de 100 habitantes, y los que tengan arraigada esta tradición |
Cornezuelo | Hongo negro y alargado, que se cría en el centeno. Su alcaloide se utiliza en medicina, por sus efectos vasoconstrictores |
Corricasa | Trigo tremesino, única clase que se siembra en la montaña leonesa, usado para alimento para el ganado por su baja calidad |
Corte | Cuadra de las ovejas |
Criba | Útil que se utilizaba para separar el grano de la paja después de haber sido separado con el bieldo |
Cuatro | (Más propiamente llamado «miche» ) Décimo bolo, de altura inferior al resto que se situaba a izquierda o derecha del castro. El nombre de Cuatro le provenía de ser ese el valor asignado a su derribo en la jugada del birle |
Cubil | Lugar donde estaban los cerdos |
Cumbre | Parte superior del tejado de una casa |
Diañe | Demonio |
Enchivarse | Enfadarse, incomodarse pasajeramente |
Ensoberar | Apretar la yerba en los vértices de los ángulos que forma el armazón del tejado con el piso de la tenada |
Entelar | Hincharse el ganado vacuno a causa del exceso de gases acumulados en la panza por la difícil digestión del pasto |
Entornar | Volcarse un carro, coche, caer dando la vuelta una escalera de mano, un madero, un tonel, una persona, etc. |
Escosar | Dejar seca una presa o el río |
Filandón | Reunión o tertulia invernal nocturna en las cocinas montañesas de León, Asturias y Galicia |
Gachapo | Recipiente de madera o cuerno en el que, mediado de agua, entre hierbas se mete la piedra de afilar la guadaña |
Gloria | Espacioso rectángulo que en las cocinas montañesas hay encima del hogar |
Guaje | Chiquillo, rapaz |
Gutir | Chistar |
Hacendera | Trabajo comunitario. En Camposolillo, por ejemplo, para limpiar la Presa, o para retirar la nieve del camino. Como ampliación del tema, recomendamos consultar http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/hacendera_983389.html |
Horconada | Cantidad de hierba que se levanta de una vez con la horca |
Lágana | Cada una de las piedras que forman parte de una pontona |
Machorra | Oveja que se destina para comerla. El término procede de la época de la tranhumancia cuando los pastores venidos de Extremadura, en agradecimiento por la hospitalidad recibida, regalaba a los vecinos las ovejas que no podían quedar preñadas. Se hacía entonces una comida de confraternización. |
Marallo | La línea de yerba segada, que va dejando la guadaña sobre la pradera, donde permanece hasta que, seca ya, se rastrea y se hacina |
Morugo | Huraño, hosco |
Moscar | Huir corriendo el ganado, picado por las moscas o tábanos |
Pontona | Piedra o piedras (láganas), grandes y planas que se ponían encima de la presa que discurre paralela a la carretera, y que permiten el paso de personas, carros, etc, hacia el barrio de abajo, caminos, huertas, etc. Lógicamente, las había de menor y mayor tamano. Una muy grande, y que forman varias piedras, es la que hay frente a la casa central del Campo, para permitir el paso por el camino que iba a Sancibrián y Solle. Hay numerosas pontonas a lo largo de toda la presa |
Porraca | Cachaba, cayado |
Pinar | Poner derecha una cosa, enderechar |
Pingar | Gotear |
Tarugos | Los tres clavos grandes de madera que se ponen en el piso de las madreñas |
Trola | Mentira |
Trébede | Piso que hay sobre el fuego o rescoldos del hogar doméstico, o de las hogueras al aire libre |
Zapar | Lamer |
Zarrear / andar zarreando | No parar quieto, no estar tranquilo; estar nervioso e inquieto |